Parecia aquella morada comunicar algo de su gravedad y silencio a la familia del capataz que la habitaba. Era este un hombre austero; su mujer era callada, y sus hijos timidos. Varmen, la mayor, que unia a su timidez juicio y dulzura, era bien querida en el lugar, en que, hablando de ella, sellaban su elogio con decir, segun la expresion del pais, que era _arrimadita a la iglesia_.
En una ocasion acaecio que murio el guarda del olivar a tiempo de la cogida, lo que apuro tanto mas al capataz, cuanto que era a la sazon mas necesario y mas dificil hallar quien le reemplazara. Uno de los arreadores de la aceituna le propuso a un hombre{81-1} que dijo ser{81-2} muy propio para el oficio, y el capataz le admitio sin conocerle y sin saber sus antecedentes, en vista de la apremiante necesidad que de el tenia.
El nuevo guarda era un hombre, que, sin ser mal parecido, repelia. Su tez tostada, sus espesas patillas, su adusta y altanera mirada, le daban, al decir de los trabajadores, _sombra_ en la cara: sus modales bruscos y sus pocas palabras alejaron de el todas las simpatias. a poco se esparcio una voz por el lugar,--una de esas voces que parecen forma.r.s.e en las nubes, y que llegan a la tierra como aerolitos consistentes y compactos,--de que aquel hombre, que parecido al huracan habia venido sin saberse de donde, ni a donde iba, andaba a salto de mata, prestado y forastero en todas partes, para burlar a la justicia que le buscaba con objeto de echarle mano.
Varmen noto con sobresalto que cuando venia el guarda al castillo a las horas de las comidas, tenia fija tenazmente sobre ella su atencion. Era Varmen lo que suelen ser las que se clasifican de _arrimadas_ a la iglesia, opuesta a que se ocupasen de ella.{82-1} Su vestir era con extremo aseado y primoroso, pero rigurosamente sencillo; la ropa que llevaba era basta, pero limpia; cuidadosamente remendada, pero sin adorno alguno: su cabello estaba siempre alisado y recogido; pero nunca adornaban flores su cabeza. Las flores de los jardines quieren las brisas de primavera para ostenta.r.s.e: en las cabezas de las mujeres, quieren las alegrias, que no todas tienen, ni aun en la juventud! Asi es que como el agradar a los hombres no se lo pedia su vanidad, ni agradar a aquel se lo pedia su corazon,{82-2} puso todo esmero en evitar su presencia.
Una manana estaba Varmen en el patio, lavando en una media tinaja empotrada en un poyo adherente al pozo: a su lado estaban jugando sus hermanas y los hijos del manijero. Varmen no prestaba atencion ni a sus juegos ni a lo que decian: en cuanto a nosotros, no podemos pasar cerca de un grupo de ninos sin detenernos para observarlos. En ellos se encuentra la gracia sin afectacion ni pretensiones, que sin buscarlo, halla el agrado; gracia inocente cual ellos, y por tanto llena de encanto y de simpatia.
--Mariquilla, dijo la nina del manijero,
Cuando baja, rie; cuando sube, llora: a que{83-1} no me lo aciertas en una hora?
--Yo _no sabo_{83-2} contesto la interrogada, que era la menor y mas mimada de las hermanas de Varmen.
--Que tonta eres! Es el carrillo.{83-3}
--Chacha, dijo Mariquilla altamente ofendida, Josefita me dice _tontona_.
--Vamos, no renir,{83-4} intervino Varmen; a cantar{83-5} como los pajaros, a ver si os crecen alas.
Las chiquillas no se hicieron de rogar,{83-6} y la una canto:
En un cuerno de la luna He puesto a mi corazon, Para que no se lo lleve Un gato que es muy ladron.
--No dice{83-7} _gato_, que{83-8} dice _nino_, observo otra mayorcita.
--_Gato_, afirmo la cantadora; que los ninos no son ladrones.
--Que no? Tu hermanito dichoso me robo a mi tres bellotas.
--Eso era chancilla.
--Caramba con las chancillas! Tiene tu hermano la gracia, lo mismo que las avispas,--por detras, y que duele.
--Y el tuyo es mas feo que el _Carlanco_.{84-1}
--Yo se el cuento del _Carlanco_, observo otra.
--Quien te lo conto?
--Mi abuela, que sabe mas de mil.
--Anda, Catanilla, cuentalo.
La interpelada estuvo muy dispuesta, y todas se pusieron a escucharla con gran atencion; y nosotros con ellas.
II
EL CARLANCO
(_Cuento popular infantil_)
Era vez y vez una cabra, muy mujer de bien: que tenia tres chivitas que habia criado muy bien, y metiditas en su casa.
En una ocasion en que iba por los montes, vio a una avispa que se estaba ahogando en un arroyo; le alargo una rama, y la avispa se subio en ella y se salvo.--Dios te lo pague! que{84-2} has hecho una buena obra de caridad, le dijo la avispa a la cabra. Si alguna vez me necesitas, ve a aquel paredon derrumbado, que alli esta mi convento. Tiene este muchas celditas que no estan enjalbegadas, porque la comunidad es muy pobre, y no tiene para comprar la cal.{84-3} Pregunta por la Madre abadesa, que esa soy yo,{84-4} y al punto saldre, y te servire de muy buen agrado en lo que me ocupes. Dicho lo cual, echo a volar cantando maitines.
Pocos dias despues les{85-1} dijo una manana temprano la cabra a sus chivitas:--Voy al monte por una carguita de lena; vosotras encerraos, atrancad bien la puerta, y cuidado con no abrir a nadie; porque anda por aqui el Carlanco. Solo abrireis cuando yo os diga:
Abrid, hijitas, abrid!
Que soy la madre que os pari.
Las chivitas, que eran muy bien mandadas, lo hicieron todo como se lo habia encargado su madre.
Y cate Vd. ahi que llaman a la puerta, y que oyen una voz como la de un becerro, que dice:
Abrid, que soy el _Carlanco_!
Que montes y penas arranco.
Las cabritas, que tenian su puerta muy bien atrancada, le respondieron desde adentro:
abrela, guapo!
Y como no pudo, se fue hecho un veneno, y prometiendoles que se la{85-2} habian de pagar.
a la manana siguiente fue y se escondio, y oyo lo que la madre les dijo a las chivitas, que fue lo propio del dia antes. a la tarde se vino muy de quedito, y arremedando la voz de la cabra, se puso a decir:
Abrid, hijitas, abrid!
Que soy la madre que os pari.
Las chivitas, que creyeron que era su madre, fueron y abrieron la puerta; y vieron que era el mismisimo _Carlanco_ en propia persona.
Echaronse a correr, y se subieron por una escalera de mano al sobrado y la tiraron tras si; de manera que el _Carlanco_ no pudo subir. este, enrabiado, cerro la puerta y se puso a dar vueltas por la estancia, pegando unos bufidos y dando unos resoplidos,{86-1} que a las pobres cabritas se les helaba la sangre en las venas.
Llego en esto su madre que les dijo:
Abrid, hijitas, abrid!
Que soy la madre que os pari.
Ellas desde su sobrado le gritaron que no podian, porque estaba alli el _Carlanco_.
Entonces la cabrita solto su carguita de lena, y como las cabras son tan ligeras, se puso mas p.r.o.nto que la luz en el convento de las avispas, y llamo--Quien es? pregunto la tornera.--Madre, soy una cabrita para servir a Vd.{86-2}--Una cabrita aqui, en este convento de avispas descalzas y recoletas? Vaya! ni por pienso. Pasa tu camino, y Dios te ayude, dijo la tornera.--Llame Vd. a la Madre abadesa, que traigo prisa, dijo la cabrita; si no, voy por el abejaruco, que le vi al venir por aca.--La tornera se asusto con la amenaza, y aviso a la Madre abadesa, que vino, y la cabrita le conto lo que pasaba.--Voy a socorrerte, cabrita de buen corazon, le dijo, vamos a tu casa.
Cuando llegaron, se colo la avispa por el agujero de la llave, y se puso a picar al _Carlanco_, ya en los ojos, ya en las narices, de manera que lo desatento, y echo a correr que echaba incendios;{86-3} y yo
Pase por la cabreriza, Y alli me dieron dos quesos, Uno para mi, y el otro Para el que escuchare aquesto.{86-4}