III
Apenas concluia la contadora su cuento, cuando entro el guarda, que sin decir palabra, se acerco a ellas, puso su escopeta a su lado, se apoyo en el pilar del pozo, y se puso a picar un cigarro. Varmen se sintio desconcertada y fatigosa con la presencia de aquel hombre que la repelia, y tuvo deseos de aleja.r.s.e. Pero por un lado no tenia pretexto para hacerlo, sin faltar a esa urbanidad innata, pasada a deber{87-1} y a costumbre en el pueblo; y por otro, le urgia concluir lo que estaba haciendo.
Al cabo de un rato, y como para entrar en conversacion, llamo el guarda a Mariquita; pero esta, en lugar de acudir, se refugio al lado de su hermana, y se abrazo a sus faldas, en cuyos pliegues desaparecio su diminuta persona, sin que de ella se percibiese mas que su carita,{87-2} que miraba con ceno y desconfianza al que la habia llamado.
--Esquiva! dijo el guarda; eso es de casta!
Varmen permanecio callada.
--Oiga Vd., prosiguio su interlocutor: no es de ahora que noto yo que me huye Vd. la cara.
--No huyo la cara ni a Vd. ni a nadie, contesto Varmen; pero no soy amiga de dar conversacion a los hombres.
--Ni yo de sembrar para no coger: esta Vd., Varmen?
--Pues para eso, mire Vd. antes en{87-3} la tierra que siembra; que la tierra que sirve para vina, no sirve para olivar, contesto Varmen.
--Vd. me desprecia a mi?
--No, senor; yo no acostumbro a bajar a nadie de su estado.
--Pues abrame Vd. la ventana{88-1} esta noche, que tengo que{88-2} decirle.
--Yo? No, senor: yo no abro mi ventana.
--a otro se la abrira Vd.
--No, senor; ni al lucero del alba que viniese con una torta en la mano.
--Pues por eso digo, que en cambio de mi voluntad que le he dado, me da Vd. un desprecio.
--Yo no desprecio a Vd.
--Pero no me quiere dar oidos!
--Eso no; ni pasa.r.s.e, ni llega.r.s.e.{88-3}
--Si no es hoy, manana sera; o he de poder poco.
--Senor, exclamo azorada y ofendida Varmen. No exprima Vd. tanto la naranja que amargue el zumo;{88-4} y dejese de andar tras de aquello que no ha de alcanzar.
--a carrera larga nadie escapa!, repuso el guarda, cogiendo su escopeta y alejandose.
La pobre Varmen quedo atribulada; y al domingo siguiente, cuando fue al lugar, le conto al cura, que era su confesor, lo que le habia pasado con el guarda, y tenia perturbado su animo, hasta entonces tan sereno.
El cura, sin tener un talento sobresaliente, ni una santidad que llamase la atencion, era uno de esos sacerdotes, cuyo caracter, inclinaciones, estudios, educacion, ocupaciones y habitos los hacen perfectamente aptos para el desempeno de su ministerio. Con el{88-5} estaba hacia{88-6} muchos anos tan identificado el cura, que unido esto{88-7} al conocimiento individual que tenia de cuantos componian su rebano le hacian{88-8} un pastor modelo. Hemos dicho _modelo_, y no _ideal_, porque los ideales son escasos. Por esto se haria mal en no apreciar lo que es muy bueno, solo porque no llega al apogeo o ideal de la perfeccion, en vista de que esto solo lo hallamos, en realidad, en la vida de los entes privilegiados que han merecido el dictado de Santos, y ficticiamente, en las creaciones de los poetas, que hacen bien en presentarlo para enaltecer a la humanidad, pero que harian mal si lo presentasen para desprestigiar y deprimir a aquello que no se eleva a tanto.
--No te inquietes, ni temas, le dijo el cura, pues no tienes por que; que Culpa no tiene quien hace lo que debe. Y tu{89-1} lo que debes hacer, es no dar oidos a ese hombre.
Al domingo siguiente volvio a hablarle al cura, mas asustada, mas acongojada aun, y le dijo que el guarda la perseguia y hostigaba con su amor, de manera que no la dejaba vivir,{89-2} y hasta habia llegado a amenazarla, si se mantenia en no darle oidos.
--Sosiegate, hija, y no temas, la contesto el cura. Todas esas son tretas de que se valen los hombres para perder a las inocentes como tu.
Obra bien... Que Dios es Dios!
Al tercer domingo, la pobre joven se mostro mas afligida y atemorizada que nunca; la obstinacion del guarda, su vehemencia y sus amenazas, la hacian temer una desgracia si le exasperaba mas con sus negativas.
Haz lo que debas y suceda lo que suceda. Asi termino el cura los consejos paternales que le dio, para que siguiese impavida en la senda de la virtud.
a los pocos dias, habiendo salido Varmen al olivar para buscar una gallina que se habia extraviado, se presento de repente a su vista el guarda. Varmen, asustada, se volvio presurosa{90-1} dirigiendose hacia la hacienda.
--Huyes? le dijo su perseguidor. Huyes de mi, porque te acusa la conciencia!
--La conciencia? contesto Varmen. Culpa no tiene quien hace lo que debe.
--Tu te has parado a considerar, prosiguio el guarda, lo que es, y lo que puede resultar de exasperar a fuerza de desprecios a un hombre como yo? Tu sabes de lo que{90-2} soy capaz? Sabes que puedo perderte?
--Obrar bien... Que Dios es Dios! contesto Varmen, con la calma propia en el momento de las grandes crisis.
--Varmen! por ultima vez... me desechas?
--Si, contesto Varmen con la palidez del pavor en el rostro, y la firmeza del buen proposito en el acento.
--Pues sabete, ingrata, que en su vida{90-3} este a quien ofendes ha dejado hueco entre el agravio y la venganza; que eso en la sangre lo{90-4} tengo, y lo mame con la leche que me crio.
--Y yo, con la buena ensenanza cristiana que he mamado, tengo en el alma este otro proposito: Haz lo que debas y suceda lo que suceda.
--Hola! ya caigo! dijo con concentrada ira el guarda. El que te dirige es el cura. a ese, a ese, es al que{90-5} debo tus repulsas, que no he podido vencer; tus desdenes que no he podido desarmar, tu dureza que no he podido ablandar! Pues el pagara por el y por ti! Manana me voy; no volveras a verme; pero por estas que me afeito, que te acordaras de mi mientras memoria tengas!
Diciendo esto, el guarda se alejo rapidamente y desaparecio entre los olivos.
a la manana siguiente, vio entrar el cura en su casa a Varmen, la que deshecha en lagrimas le refirio lo que le habia pasado.
--No te apures, hija, le dijo, cuando hubo concluido de hablar: esos son espumarajos del coraje, que cae cuando la razon vuelve a adquirir su imperio.
--Padre, no le conoceis! repuso sollozando Varmen, es un desalmado. No salgais, por Dios, manana; que os va a matar!
--Sosiegate, hija, que va mucho de hacer una amenaza a{91-1} c.u.mplirla.
--Padre, repitio acongojada Varmen, no le conoceis; tiene echada el alma atras,{91-2} y c.u.mplira la amenaza; lo ha jurado!
--Pues, hija, repuso el cura, Haga yo lo que deba, y haga Dios lo que quiera.{91-3}
IV
Del lado opuesto del pueblo se extiende un pinar, al que se llega por un prado de roja arena, que cubre un cesped{91-4} tan corto y espeso, que parece lo ha tejido la naturaleza para avergonzar a los tejedores de las mas afamadas alfombras. En los parajes mas bajos y humedos en el tiempo de las lluvias, este cesped se ve salpicado con tal profusion de pequenas margaritas blancas, miniaturas de esta bella especie, que parecen ser las once mil virgenes del paraiso de Flora. Por los parajes secos, crece cercana a la tierra una flor pequena, que lleva el nombre de _flor de la abeja_, nombre bien apropiado, porque esta florecita tiene con pasmosa exact.i.tud la forma y colores de dicho animalito. No parece sino que{92-1} bajada a descansar--si es que esa laboriosa e incansable colectora de miel busca jamas descanso,--se ha posado sobre un tallo, y ha quedado adherida al reino vejetal, por hechizo de algun malefico gnomo. Dan impulsos de traer a aquellos parajes una colmena, para probar si la vista del hogar domestico las hace romper el encanto que las tiene convertidas en pequenas y mudas estatuas. Pudierase pensar que eran{92-2} las flores que lo habian exigido de Flora para dar a las abejas este castigo, semejante al que recibio la mujer de Lot; si fuese dable atribuir a las flores deseos de venganza, ni resentimiento porque gozasen otros de la miel de su corazon. Pero no lo es; ellas que expenden con profusion y entregan al inconstante aire su perfume con loca prodigalidad,--porque saben que tienen para dar y que les quede,{92-3}--no pueden ser avaras. Es esta flor la singularidad mas peregrina que hemos visto. Tiene ademas la de ser incultivable; todos los ensayos que se han hecho con este fin han sido infructuosos, lo que nos confirma en nuestro primer aserto de que este fenomeno es un hechizo del maligno gnomo de aquel rojo arenal.
La naturaleza, no contenta con extasiarnos con sus obras maestras, se complace a veces con admirarnos, ya con sus encantadores caprichos, ya con misterios llenos de alto sentido. De cuantos modos nos llama Dios a adorarle con sus obras! Oid el himno que entonan todos esos susurros, todos esos sonidos que no comprendemos, y que en diferentes tonos, ya graves, ya alegres, ya dulces, ya austeros, difunden el aire, el agua, el fuego, las plantas, todo lo que creemos inanimado. Oid atentos y os convencereis de que dicen: Venite, adoremus!