Heath's Modern Language Series: Spanish Short Stories

Chapter 2

Nada; alli estaba en el mismo sitio, rigido, amarillo, sin una gota de sangre en el rostro, lo cual me hizo pensar que habia muerto de conmocion cerebral. Busque el sombrero, meti por el la mano cerrada para desarrugarlo, me lo puse y sali.

Pero esta vez me guarde de correr. El instinto de conservacion se habia apoderado de mi por completo, y me sugirio todos los medios de evadir la justicia. Me ceni a la pared por el lado de la sombra, y haciendo el menor{6-1} ruido con los pasos, doble p.r.o.nto la esquina de la calle de la Perseguida, entre en la de San Joaquin y camine la vuelta de mi casa.

Procure dar a mis pasos todo el sosiego y compostura posibles. Mas he aqui que en la calle de Altavilla, cuando ya me iba serenando,{6-2} se acerca de improviso un guardia del Ayuntamiento.

--Don Elias, tendra usted la bondad de decirme?...

No oi mas. El salto que di fue tan grande, que me separe algunas varas del esbirro. Luego, sin mirarle, emprendi una carrera desesperada, loca, al traves de las calles. Llegue a las afueras de la ciudad y alli me detuve jadeante y sudoroso. Acudio a mi la reflexion.{6-3} Que barbaridad habia hecho! Aquel guardia me conocia. Lo mas probable es que viniera a preguntarme algo referente a mi yerno. Mi conducta extravagante le habia llenado de asombro. Pensaria{6-4} que estaba loco; pero a la manana siguiente, cuando se tuviese noticia del crimen, seguramente concebiria sospechas y daria parte del hecho al juez. Mi sudor se torno frio de repente.



Camine aterrado hacia mi casa y no tarde en llegar a ella. Al entrar se me ocurrio una idea feliz. Fui derecho a mi cuarto, guarde el baston de hierro en el armario y tome otro de junco que poseia, y volvi a salir.

Mi hija acudio a la puerta sorprendida. Invente una cita con un amigo en el Casino, y, efectivamente, me dirigi a paso largo hacia este sitio.

Todavia se hallaban reunidos en la sala contigua al billar unos cuantos de los que formaban la tertulia de ultima hora. Me sente al lado de ellos, aparente buen humor, estuve jaranero en exceso y procure por todos los medios que se fijasen en el ligero bastoncillo que llevaba en la mano. Lo doblaba hasta convertirlo en un arco, me azotaba los pantalones, lo blandia a guisa de florete, tocaba con el en la espalda de los tertulios para preguntarles cualquier cosa, lo dejaba caer al suelo. En fin, no quedo nada que hacer.{7-1}

Cuando al fin la tertulia se deshizo y en la calle me separe de mis companeros, estaba un poco mas sosegado. Pero al llegar a casa y quedarme solo en el cuarto, se apodero de mi una tristeza mortal.

Comprendi que aquella treta no serviria mas que para agravar mi situacion en el caso de que las sospechas recayesen sobre mi. Me desnude maquinalmente y permaneci sentado al borde de la cama larguisimo rato,{7-2} absorto en mis pensamientos tenebrosos. Al cabo el frio me obligo a acostarme.

No pude cerrar los ojos. Me revolque mil veces entre las sabanas, presa de fatal desasosiego, de un terror que el silencio y la soledad hacian mas cruel. a cada instante esperaba oir aldabonazos en la puerta y los pasos de la policia en la escalera. Al amanecer, sin embargo, me rindio el sueno; mejor dicho, un pesado letargo, del cual me saco la voz de mi hija.

--Que{7-3} ya son las diez, padre. Que ojeroso esta usted! Ha pasado mala noche?

--Al contrario, he dormido divinamente--me apresure a responder.

No me fiaba ni de mi hija. Luego anadi afectando naturalidad:

--Ha venido ya _El Eco del Comercio_?

--Anda! Ya lo creo!

--Traemelo.

Aguarde a que mi hija saliese,{8-1} y desdoble el periodico con mano tremula. Recorrilo todo con ojos ansiosos sin ver nada. De p.r.o.nto lei en letras gordas: _El crimen de la calle de la Perseguida_, y quede helado por el terror. Me fije un poco mas.{8-2} Habia sido una alucinacion. Era un articulo t.i.tulado _El criterio de los padres de la Provincia_. Al fin, haciendo un esfuerzo supremo para serenarme, pude leer la seccion de gacetillas, donde halle una que decia:

"=Suceso extrano=

Los enfermeros del Hospital Provincial tienen la costumbre censurable de servirse de los alienados pacificos que hay en aquel manicomio, para diferentes comisiones, entre ellas, la de transportar los cadaveres a la sala de autopsias. Ayer noche cuatro dementes, desempenando este servicio, encontraron abierta la puerta del patio que da acceso al parque de San Ildefonso, y se fugaron por ella llevandose el cadaver.

Inmediatamente que el senor administrador del Hospital tuvo noticia del hecho, des.p.a.cho varios emisarios en su busca, pero fueron inutiles sus gestiones. a la una de la madrugada se presentaron en el Hospital los mismos locos, pero sin el cadaver. este fue hallado por el sereno de la calle de la Perseguida en el portal de la senora Da. Nieves Menendez.

Rogamos al senor decano del Hospital Provincial que tome medidas para que no se repitan estos hechos escandalosos.

Deje caer el periodico de las manos, y fui acometido de una risa convulsiva que degenero en ataque de nervios.

--De modo que habia usted matado a un muerto?

--Precisamente.

LOS PURITANOS

_(Novela)_

POR DON ARMANDO PALACIO VALDeS{9-1}

Era un caballero fino, distinguido, de fisonomia ingenua y simpatica. No tenia motivo para negarme a recibirle en mi habitacion algunos dias. El dueno de la fonda me lo presento como un antiguo huesped a quien debia muchas atenciones. Si me negaba a compartir con el mi cuarto, se veria en la precision de despedirle por tener toda la casa ocupada, lo cual sentia extremadamente.

--Pues si no ha de estar en Madrid mas que unos cuantos dias, y no tiene horas extraordinarias de acosta.r.s.e y levanta.r.s.e, no hay inconveniente en que V. le ponga una cama en el gabinete... Pero cuidado... sin ejemplar!...

--Descuide V., senorito, no volvere a molestarle con estas embajadas. Lo hago unicamente porque D. Ramon no vaya a parar a otra casa. Crea V. que es una buena persona, un santo, y que no le incomodara poco ni mucho.

Y asi fue la verdad. En los quince dias que D. Ramon estuvo en Madrid no tuve razon para arrepentirme de mi condescendencia. Era el fenix de los companeros de cuarto. Si volvia a casa mas tarde que yo, entraba y se acostaba con tal cautela, que nunca me desperto; si se retiraba mas temprano, me aguardaba leyendo para que pudiese acostarme sin temor de hacer ruido. Por las mananas nunca se despertaba hasta que me oia toser o moverme en la cama. Vivia cerca de Valencia, en una casa de campo, y solo venia a Madrid cuando algun asunto lo exigia: en esta ocasion era para gestionar el ascenso de un hijo, registrador de la propiedad. a pesar de que este hijo tenia la misma edad que yo, D. Ramon no pasaba de los cincuenta anos, lo cual hacia presumir, como asi era en efecto, que se habia casado bastante joven.

Y no debia de ser feo, ni mucho menos, en aquella epoca. Aun ahora con su elevada estatura, la barba gris rizosa y bien cortada, los ojos animados y brillantes y el cutis sin arrugas, seria aceptado por muchas mujeres con preferencia a otros galanes sietemesinos.

Tenia, lo mismo que yo, la mania de cantar o canturriar al tiempo de lava.r.s.e. Pero observe al cabo de pocos dias que, aunque tomaba y soltaba{10-1} con indiferencia distintos trozos de opera y zarzuela deshaciendolos y pulverizandolos{10-2} entre resoplidos y grunidos, el pasaje que con mas ardor acometia y mas a menudo, era uno de _Los Puritanos_: me parece que pertenecia al aria de baritono en el primer acto. Don Ramon no sabia la letra sino a medias, pero lo cantaba con el mismo entusiasmo que si la supiera. Empezaba siempre:

Il sogno beato Di pace e contento,{10-3} Ti, ro, ri, ra, ri, ro, Ti, ro, ri, ra, ri, ro.

Necesitaba seguir tarareando hasta llegar a otros dos versos que decian:

La dolce memoria Di un tenero amore.{10-4}

Sobre los cuales se apoyaba sin cesar hasta concluir el _allegro_.

--Hola! D. Ramon, le dije un dia desde la cama; parece que le gusta a V. _Los Puritanos_.

--Muchisimo; es una de las operas que mas me gustan. Daria cualquier cosa por conocer un instrumento para poder tocarla toda. Que dulzura hay en ella! Que inspiracion! estas son operas y esta es musica.

Parece mentira que ustedes se entusiasmen con esa algarabia alemana que solo sirve para hacer dormir!... a mi me gustan con pasion todas las operas de Bellini:{11-1} _El Pirata_, _Sonambula_, _Norma_; pero sobre todas ellas _Los Puritanos_... Tengo ademas razones particulares para que me guste mas que ninguna otra, anadio bajando la voz.

--Ole, ole, D. Ramon! exclame incorporandome de un salto y poniendome los calcetines: vengan{11-2} esas razones.

--Son tonterias de la juventud... cuestion de amores, contesto ruborizandose un poco.

--Pues cuente V. esas tonterias. Me muero por ellas: no lo puedo remediar, me gustan mas esas cosas que la reforma de la ley Hipotecaria de que V. me hablo ayer.

--Al fin poeta!{11-3}

--No soy poeta, D. Ramon; soy critico.

--Pues me habia dicho el amo que era usted poeta... De todas maneras, se lo contare ya que V. tiene curiosidad... Vera V. como es una tonteria que no merece la pena... Pero vistase V., criatura, que se esta helando!

El ano de cincuenta y ocho vine a Madrid con una comision del Ayuntamiento de Valencia para gestionar la rebaja de la cuota de consumos.{12-1} Tenia yo entonces... eso es, veintinueve anos; y ya hacia siete c.u.mplidos que estaba casado.{12-2} Es una barbaridad casa.r.s.e tan joven. Aunque no tengo motivo para arrepentirme, no aconsejare a nadie que lo haga. Vine a parar a esta misma casa, esto es, a la misma posada; la casa estaba entonces situada en la calle del Barquillo. En aquella epoca, bueno sera que le advierta que me complacia en andar muy lechuguino o sietemesino, como ustedes dicen ahora, cosa que tenia siempre _escamada_ a mi pobre mujer. Para que te compones tanto, hombre de Dios? Vas de conquista? Quien sabe! contestaba riendo y dejandola un poco enojada. No es malo tener a las mujeres un si es no es celosas.

Una tarde, una hermosa tarde de invierno, de las que solo se ven en este Madrid, sali de casa despues de almorzar con el objeto de hacer algunas visitas y tambien para es.p.a.ciarme por esas calles de Dios. Iba caminando lentamente por la de las Infantas, meditando sobre el plan de la noche o sea el modo de pasarla mas divertido, y saboreando un buen cigarro habano, cuando de p.r.o.nto zas! recibo un fuerte golpe en la cabeza que me hace vacilar; el flamante sombrero de copa fue rodando por un lado y el cigarro por otro. Cuando me recobre del susto, lo primero que vi a mis pies fue una enorme muneca fresca, sonrosada y en camisa.

Esta buena pieza es la que ha causado el destrozo, dije para mis adentros, lanzandole una mirada iracunda que la muneca aparento no comprender. Mas como no era de presumir que ella por su voluntad se hubiese arrojado sobre mi de aquel modo brusco e inconveniente, pues jamas habia hecho dano a ninguna muneca, crei mas probable que de alguna casa me la hubieran arrojado. Alce la cabeza vivamente.

En efecto, el reo estaba de pie en el balcon de un primer piso, suspenso, atonito, consternado. Era una nina de trece a catorce anos.

Al observar la mirada de espanto y congoja que me dirigia se templo mi furor, y en vez de lanzarle un apostrofe violento, como tenia determinado, le mande una sonrisa galante. Puede ser que en la formacion de esta sonrisa haya intervenido mas o menos directamente la belleza nada vulgar del criminal.