Sabedor de que la marejada que se habia levantado contra el en Cabezudo y en Barbaruelo, y hasta en el mismo Animalejos, lejos de cesar, cada vez era mayor, determino dar un manifiesto a los tres pueblos, sincerandose de las acusaciones de que era objeto, y, en efecto, redacto uno concebido en los siguientes terminos:{108-1}
Cabezudenses, barbaruelenses y animalejuenses! Con mucho dolor de mi corazon ha llegado a mi noticia que estais quejosos de mi porque dias pasados no llovio a gusto de todos. Yo os aseguro que hice cuanto estaba de mi parte{108-2} para complacer a Cabezudo, que queria no cayese gota de agua; a Animalejos, que queria cayese solo un chaparron; y a Barbaruelo, que queria lloviese si Dios tenia que!{108-3} Dios lo puede hacer todo, pero a veces lo hace tan indirectamente, que parece no hacer nada o hacer todo lo contrario de lo que se le pide. Supongamos que Cabezudo le pide que no llueva una gota, y todo con la intencion de que Barbaruelo no muela un grano, y en seguida empieza a llover tanto, que el agua se lleva los molinos de Barbaruelo. En este caso, no habra hecho Dios lo que Cabezudo le pedia, aunque parezca que ha hecho todo lo contrario? Y si Cabezudo empezo a decir picardias de Dios al ver que llovia a mares, no ha hecho Cabezudo una barbaridad? Cabezudenses, barbaruelenses y animalejuenses, dad por bien hecho todo lo que hace Dios, pues es lo que os tiene cuenta, aunque os parezca lo contrario!
De esta doctrina parti yo dias pasados al pedir al glorioso San Isidro que intercediese con Dios en favor de Cabezudo, que queria no cayese gota; de Animalejos, que queria cayese solo un chaparron; y de Barbaruelo, que queria lloviese si Dios tenia que. El Santo escucho mi ruego, y Dios escucho el del Santo, porque se fundaban en el buen medio en que esta la virtud, y asi todos fuisteis complacidos hasta cierto punto: Cabezudo, consiguiendo que no lloviera tanto como Barbaruelo deseaba; Barbaruelo, consiguiendo que no lloviera tan poco como deseaba Cabezudo; y Animalejos, consiguiendo que no lloviera tanto ni tan poco como deseaban Cabezudo y Barbaruelo. Yo estoy satisfecho del favor que todos hemos alcanzado de Dios por la intercesion, del glorioso San Isidro y vosotros debeis tambien estarlo, amados cabezudenses, barbaruelenses y animalejuenses.
Fija.r.s.e este manifiesto en los sitios publicos de Animalejos, Cabezudo y Barbaruelo, y amotina.r.s.e los tres pueblos contra el tio Traga-santos, todo fue uno, porque todos decian bramando de coraje:
--Ciertos son los toros! El tio Traga-santos es un bribon de siete suelas, que no hace mas que pastelear y meterlo todo a barato con capa de santidad y palabras de caramelo! Hay que hacer con el una{109-1} que sea sonada para que no vuelva a venderse al oro de...
Este oro era para los de Barbaruelo el de Cabezudo, para los de Cabezudo el de Barbaruelo, y para los de Animalejos el de cualquiera de los dos pueblos vecinos.
El resultado de los manifiestos al publico es contraproducente, o cuando menos nulo, en estos dos princ.i.p.ales casos: primero, cuando el manifestante no tiene razon o el publico no quiere que la tenga; y segundo, cuando el manifestante tiene malas explicaderas, o el publico tiene entendederas no mejores.
De esto ultimo habia un poco en el tio Traga-santos y en los de Cabezudo, Barbaruelo y Animalejos, y asi se explica el que{110-1} el manifiesto del primero causase efecto contraproducente en los segundos.....
El tio Traga-santos, viendo que su manifiesto, lejos de hacer entrar en razon a aquellos a quienes se dirigia, los habia irritado hasta el punto de que se temia de ellos alguna barbaridad, acudio al Parroco en demanda de consejo.
--Tio Traga-santos--le dijo el Parroco,--no debe usted extranar que su manifiesto del ten-con-ten no haya producido el efecto que usted se propuso, porque ni yo mismo he podido entender lo que usted queria decir en el.
--Mire usted, senor Cura, lo que yo queria decir era que es imposible que llueva a gusto de todos, y que lo mas que yo pude hacer fue pedir a San Isidro que intercediese con Dios para que lloviese como mas conviniese a todos.
--Pues oiga usted, tio Traga-santos, lo que paso en Madrid entre D. Juan Nicasio Gallego, que era un gran maestro en materia de poesia, y D.
Mariano Luis de Larra,{110-2} que todavia era aprendiz. Larra compuso unos versos que le parecian muy buenos, como a todos los principiantes les parecen los suyos, y se los dio a Gallego, a quien le parecieron muy malos, como a todos los maestros les parecen los que lo son.
--Marianito--dijo el maestro,--no entiendo lo que usted ha querido decir aqui.
--Senor D. Juan--contesto el aprendiz,--lo que yo he querido decir ahi es esto, y esto, y esto.
--Pero canario!--exclamo D. Juan;--Marianito, por que no lo ha dicho usted, hombre?
--Entiendo muy bien, senor Cura, lo que usted quiere darme a entender con ese cuento, o lo que sea; pero como ya a lo hecho pecho, quisiera saber si le parece a usted bien que fie solo mi justificacion y defensa a la misericordia de Dios, procurando alcanzarla por la intercesion del glorioso San Isidro.
--Me parece muy bien eso, y celebrare muchisimo que asi se salve usted del enojo que ha causado la torpeza de su manifiesto; pero mire usted, tio Traga-santos, yo debo hablarle a usted con franqueza: si yo fuera santo, echaba{111-1} muy enhoramala a los que sin necesidad se meten a escribir y no aciertan a decir lo que piensan. Cuando se escribe para el publico no basta querer decir las cosas, sino que es necesario decirlas, y decirlas bien, y el que no sirva para eso, que reserve toda su literatura, de{111-2} soltero para escribir a la novia, y de casado para apuntar la ropa que lleva la lavandera.{111-3}
El tio Traga-santos se subio a su ermita y se puso a orar al Santo, incurriendo en la tonteria de no pedirle misericordia por lo malo del manifiesto, porque suponia que habiendo sido el Santo un sencillo y rustico labrador, no entendia de esas cosas. Ni siquiera se atrevia ya a pedirle que intercediese con Dios para que le concediese esto o lo otro o lo de mas alla,{111-4} sino que se limitaba a pedirle que intercediese para que Dios le concediera lo que fuese mas justo, como que el tio Traga-santos decia, y decia muy bien:
--No lo echemos a perder otra vez pidiendo cosas injustas. Claro esta que a mi me convendria que instantaneamente trocasen esos barbarotes en amor y agradecimiento la tirria y la ingrat.i.tud que me tienen, pero quiza cometa un pecado muy gordo empenandome en dar gusto a todos en vez de darle solo al que lo mereciese; y pedir que Dios me exima de la expiacion de ese pecado, es pedir gollerias. No, no, senor; la que debo pedir a Dios es que haga conmigo lo que sea mas justo.
Hallandose el tio Traga-santos en esta santa ocupacion, asomaron por los caminos de Cabezudo y Barbaruelo numerosas turbas de masas populares que se dirigian hacia Animalejos al furibundo grito de: Muera el tio Traga-santos!, grito que no tardo en encontrar eco en Animalejos mismo, cuya plebe empezo a agita.r.s.e furiosa, formando cuerpo con la forastera: toda aquella muchedumbre se encamino, rugiendo de furor, al cerrillo de San Isidro.
El tio Traga-santos cerro por dentro la puerta de la ermita, reforzandola con los bancos y oyendo a la irritada muchedumbre gritar: Cerquemos la ermita de paja y lena y peguemosle fuego, para que muera achicharrado en ella ese hipocrita y pastelero tio Traga-santos!; el pobre tio Traga-santos cogio la preciosa imagen de San Isidro, y saltando por la ventana de la trasera con felicidad tan milagrosa, que nadie le vio, ni se hicieron el ni el Santo el menor dano, logro salir a la vega a la luz del fuego que devoraba el hermoso edificio levantado por el sobre un monton de gloriosas ruinas, a costa de tanto amor y trabajo, y tomo el camino de la inmigracion al compas de las maldiciones e improperios del vulgo, cuyo amor habia creido alcanzar con el ten-con-ten, o lo que es lo mismo, procurando complacer a todos, sin ocurrirsele que solo se debe complacer al que lo merece.
VINO Y FRAILES
POR DON NARCISO CAMPILLO{114-1}
I
En donde pasa la accion de esta veridica historia? En cualquier sitio delicioso de cualquiera provincia de Espana. En todas ellas hubo docenas de docenas de conventos, cuyos piadosos moradores atravesaban este valle de lagrimas sostenidos por su fe y por los copiosos tragos y valientes tajadas con que procuraban conserva.r.s.e robustos para entrar con pie firme en la mansion de los bienaventurados. Asi es que en los solemnes dias de procesiones y oficios religiosos, cuando los frailes salian juntos en comunidad y cruzaban grave y lentamente {114-2} plazas y calles precedidos de estandartes, cantores y musicas, admirabase{114-3} la gente devota de verlos tan lucios, gordos y colorados, a pesar de los ayunos, maceraciones y cilicios que debian de sufrir, atribuyendo sus esfericas panzas, bermejos rostros y anchos cogotes a la influencia y accion de la divina gracia, tranquilidad de conciencia y justo galardon de evangelicas virtudes.
No sere yo, pecador, quien lo niegue; aunque sospecho que la regalona vida y suculenta mesa tendrian en ello no pequena parte; que el jamon y el vino crian carne y sangre con mas eficacia que todas las antifonas, jubileos y responsorios. a lo menos, tal es la comun opinion de fisiologos y medicos; pero no entrare yo a sustentarla para que no me roan los huesos tachandome de incredulo y materialista y tal vez de otras cosas peores. He reparado que segun disminuye la fe, aumenta el numero de los que dicen que la tienen; y ya no hay podrido que no finja escrupulos de doncella, ni deje de establecer catedra de religion y moral, censurandolo todo y admirandose de todo como si hubiese caido de las celestes regiones y temiera manchar la tunica de su inocencia al contacto de este mundo pecador y terrestre. De semejante cuadrilla conozco muchos comicos. Dios los aplaste y luego los perdone,{115-1} y vamos a mi cuento.
Era cosa extrana que hallandose el monasterio de Nuestra Senora del Valle en uno de los lugares mas sanos, ventilados y hermosos de toda Espana, siempre hubiese en el un crecido numero de enfermos.
Singularmente al llegar la primavera menudeaban las dolencias de caracter inflamatorio, y cada apoplegia que estallaba era un subito escopetazo que se llevaba un fraile al sepulcro, sin darle cinco minutos para rezar un Padre Nuestro. El medico, persona entendida y de conciencia, y que, hubiese{115-2} poco o mucho trabajo, cobraba por anos a cuota fija, calentabase la mollera discurriendo sobre la causa de tales enfermedades. Estaba en la atmosfera? Nada tan puro como los aires de aquel convento, situado en el campo a legua y media del mas cercano pueblo, en un cerro ventilado y alegre y en medio de frondosas arboledas. Consistiria en las aguas? Pero si las aguas bajaban de la proxima sierra, delgadas, copiosas y tan cristalinas que ni con la imaginacion podian suponerse mejores! Los alimentos? Algun abuso habria en la cantidad; mas en la calidad eran dignos de servirse en mesas de reyes. La estrechez de la regla, las penitencias, los asperos cilicios?
El medico sabia muy bien que no habia tales carneros; y aunque los hubiera, semejantes austeridades enflaquecen y momifican el cuerpo, siendo mas propias para dejarlo cacoquimio y exangue, que para sobrecargarlo de carnazas y acres y gruesos humores. Ningun cen.o.bita de los antiguos tiempos tuvo jamas barriga prominente ni mofletes rubicundos, aunque al retira.r.s.e de la sociedad para vivir angelicamente en el desierto, estuviese reventando de puro gordo. Los rabanos, berengenas, lechugas y otros manjares por el mismo orden con que se alimentaban los penitentes solitarios, eran poco adecuados para criar mantecas; y aunque algunos tenian un cuervo u otro caritativo pajarraco que diariamente les llevaba un pan, tampoco medraban mucho, pues el pan seco, mas que otra cosa, es mortificacion y abstinencia.
Pero los frailes del Valle bebian vino, y anejo, y puro, y potencioso, y capaz de resucitar a un difunto con solo arrimarle a la nariz una copita. Ah! el vino, el vino! Ahi estaba la cola del lagarto y el punto de la dificultad. El galeno dabase palmadas en la ancha frente, indignado contra si mismo por su torpeza. Como no lo habia conocido antes? De que otra cosa podia provenir aquella tendencia inflamatoria y pletorica tan comun entre los monjes? No le quedaba duda: del vino.
Ademas de ser generoso y anejo, lo bebian a todo pasto, en anchos y profundos tazones, a gaznate abierto y codo levantado, sin regla ni medida. Padre habia{116-1} en la comunidad que no recordaba ya el sabor del agua; pero que sabia en cambio de memoria las vigas del refectorio con todas sus cabeceras, entalles y labores.....
El medico, hombre de conciencia y amigo de la verdad, creyo c.u.mplir un deber dando cuenta de sus observaciones al Prior del convento, que tal vez y sin tal vez era en la casa el menos devoto de Baco, hasta el punto de que solia bautizar su vino, con grave escandalo de la comunidad, partidaria del vino moro y aborrecedora de las mezclas. El Superior no dijo palabra a nadie, limitandose a poner en su vino mas agua todavia para ver si lograba conseguir algun fruto con la muda elocuencia del ejemplo. Pero aunque se hubiese bebido el estanque de la casa, que no era flojo, como destinado a criar hermosas truchas, no por eso habria fundado escuela ni aun sacado el menor discipulo. El vino seguia bajando a raudales por aquellas gargantas, y la enfermeria cobrando su acostumbrado tributo.
Entre tanto acercabase la fiesta de nuestro senor San Juan, en cuyo dia{117-1} la comunidad acostumbraba celebrar capitulo donde los padres graves discutian todo lo relativo al orden y acertado gobierno del convento, asi en la esfera espiritual como en la temporal y economica.
Ciertamente no eran tales asambleas en muchas ocasiones lo pacificas que es de suponer entre clerigos regulares, y las cronicas de los inst.i.tutos religiosos y la tradicion de personas ancianas conservan la memoria de algunas de estas reuniones que terminaron tragicamente como el famoso Rosario de la Aurora. Los frailes son hombres, y es muy candido el creer que al encaja.r.s.e los habitos y entrar en la clausura dejan a la puerta su caracter, instintos y pasiones, transformandose de repente en angeles o cosa parecida. Asi, pues, y por el fundado temor de armar un tiberio, moderabanse los mas vehementes, exponiendo con templanza sus opiniones; y aun los rectores, abades, priores o provinciales se tentaban la ropa y lo meditaban des.p.a.cio antes de proponer cualquiera reforma, por leve que fuera, o de soltar alguna especie capaz de ser interpretada en mal sentido por los hermanos; y hacian bien, que no siempre esta la Magdalena para tafetanes.
No es de extranar, por tanto, que llegado el dia del capitulo fuese manifestando el P. Prior todos los puntos que habian de trata.r.s.e, dejando deliberadamente para lo ultimo la reforma vinifera que pensaba plantear _pro salutem etiamque mores_, quiero decir, en beneficio de la salud y aun de la moral de los asociados. Pero como las cosas llegan alguna vez por mucho que se r.e.t.a.r.den, llego tambien el momento de manifestarla, y no le falto, ciertamente, la destreza mas exquisita al hacerlo.
Despues de una introduccion o exordio elogiando el tino y la prudencia con que habia resuelto el capitulo cuestiones delicadas, celebro que todos los animos estuviesen unidos para cuanto fuese provechoso espiritual o temporalmente a la orden, comparandola a una gran madre cuyo mejor adorno y corona son los buenos y virtuosos hijos. Anadio con humildad que se creia inferior en doctrina y merecimientos a otros muchos insignes varones alli presentes, y que por su parte procuraba suplir la falta de otras excelencias y altas dotes a fuerza de entusiasmo y celo por la comunidad que, aunque indigno, tenia la honra de dirigir, etc., etc.
Mientras iba ensartando estas cosas con voz insinuante y meliflua, le oia el capitulo como quien oye llover desde lugar cubierto; unos parecian mirar con grande atencion las pinturas de los muros y boveda, medio dormidos otros cabeceaban haciendo reverencias, y muchos con las manazas cruzadas sobre la barriga y hartos ya de platica, decian para su sayo: cuando se acabara esto y tocaran a refectorio? Pero el discurso no llevaba trazas de concluirse tan p.r.o.nto; antes, al contrario, de unas reflexiones nacian otras; como las aguas vivas de manantial abundante, las palabras con rapidez asombrosa brotaban de los labios del orador, que siempre habia sido hombre de gran facundia, y en aquella ocasion lo era mas todavia, de suerte que el aburrido auditorio tenia casi agotada la paciencia, y solo por ciertos respetos no daba mayores senales de su disgusto.
--Vamos, predicar a frailes! Ni al que aso la manteca se le ocurre cosa igual!
--De donde habra sacado el P. Prior tanta letra menuda? Se estara ensayando ahora para algun sermon de empeno?
--Este hombre es muy capaz de esta.r.s.e hablando seis horas sin escupir siquiera. Y luego en el refectorio nos serviran todas las cosas apelmazadas o frias, o pasadas de punto, o... Esto es deplorable.
Tales pensamientos y otros de la misma estofa dominaban en el serafico auditorio. Conociendolo el orador, hubiera hecho alto y puesto punto final a su elocuencia; mas no tuvo tanta oportunidad, y siguio adelante.
Por fin, entro de lleno en el asunto: descritas la posicion escogida y condiciones higienicas del convento, la vida ordenada y sana alimentacion de los religiosos, no pudo menos de manifestar su extraneza ante el excesivo numero de ingresos en la enfermeria, y especialmente porque todos o casi todos los padecimientos fuesen de la misma indole y caracter inflamatorio, no pocas veces de terminacion funesta. Que siendo para el, anadio, caso de conciencia el atajar mal tamano, lo habia consultado con personas de reconocido saber y consejo; de cuya consulta resultaba causante de aquellas dolencias inflamatorias y congestiones apopleticas el vino{120-1} puro y anejo y potencioso que sin tasa alguna los monjes bebian. Que, por tanto, era indispensable reducirlo en cuanto a la cantidad, y aguarlo en cuanto a la calidad, no dudando de que asi lo harian todos los padres como varones prudentes y virtuosos que eran.
Al llegar aqui no hubo ya dormilones, indiferentes ni medio dormidos; antes, cada cual abria los ojos como una liebre, fijandolos en el orador con cierta expresion de asombro y de lastima propia de quien contempla a un hombre que repentinamente acaba de perder el juicio. Mermar el vino!
Aguarlo! Habria nadie{120-2} escuchado atrocidad semejante? Violentos murmullos interrumpieron el discurso, que no pudo reanuda.r.s.e: los frailes dejaron sus asientos y se arremolinaron por grupos, voceando y gesticulando sin hacer mas caso del Superior que de la carabina de Ambrosio; los de un corrillo pasaban a otro, como consultandose mutuamente; la confusion y el tumulto crecian por instantes; el Superior, turbado ante aquella especie de motin, no sabia que hacerse; hasta que, por ultimo, dominando toda la gresca y baraunda, se oyeron las voces de Silencio! Callad! Que hable el P. Procopio!
Silencio!
Era el tal P. Procopio un desaforado jayan, cetrino y barbudo, mas adecuado para llevar una casa sobre la espalda o tirar de una carreta, que para gozar en contemplaciones misticas y extasis divinos. Su entendimiento era el de un toro de ocho anos y su fuerza tambien, sobre todo cuando se ponia o lo ponian colerico; por cuya razon era muy respetado y temido, y ninguno queria contradecirle aunque dijese una barbaridad, y solia decirlas de monumental calibre. Este P. Procopio asumio el parecer de la comunidad, y restablecido el silencio clamo con voz tonante:
--Padre Prior, puro y sin tasa, y caiga el que caiga.{121-1}
II
Indudablemente fue el P. Procopio eco fidelisimo de la opinion general.
Mientras el Prior con su larga y pulida perorata solo consiguio fastidiar al auditorio, el con cuatro palabras resolvio la cuestion, y a poco mas se ve{121-2} paseado triunfalmente en hombros por todo el convento. Excusado parece anadir que siguio la cosa como antes; el vino anejo se repartia con profusion para sumirse por los cien abismos de aquellas insaciables gargantas; las inflamaciones y apoplegias continuaban, y jamas se desocupaba la enfermeria. Precisamente una de las primeras victimas de su intemperancia fue el mismisimo P. Procopio, que a las pocas semanas del famoso capitulo mencionado revento como una bomba..... Quien no conozca a los frailes, quiza imagine que este tragico ejemplo pudo introducir en ellos alguna enmienda; sin embargo, en honor de la verdad debo decir que no la hubo. Cuando una columna de ataque se propone tomar un fuerte por asalto, avanza con paso ligero despreciando la metralla que barre hileras de hombres; si unos caen hechos pedazos, otros y otros llegan y pasan sobre los cadaveres y la sangre, y saltan fosos, y escalan empalizadas y reductos hasta clavar su bandera en lo mas alto de la fortaleza enemiga. Pues los frailes son una milicia tambien, y no menos tenaz que la del ejercito. Obligado a escoger entre ambas, me quedaria sin las dos, aunque la primera me parece mas temible; y cuando asi lo digo, estudiado lo tengo. Pero vayan las digresiones a un lado, y siga adelante la historia.
El debil P. Prior de Nuestra Senora del Valle, que no se atrevio a cortar con mano firme el inveterado abuso de que fue campeon el P.
Procopio, resigno su cargo a causa de sus muchos anos, y se retiro a pasar tranquilo en otro convento los que le quedasen de vida. Claro esta que alguien habia de sust.i.tuirle para que la comunidad no quedase convertida en un cuerpo acefalo y disparatado. Pero este alguien, este nuevo Prior, no era un anciano irresoluto y fatigado por la edad, ni menos un blandengue, ni tampoco un devoto contemplativo y extatico, siempre con la imaginacion en las esferas celestiales. Al contrario, era hombre joven todavia, pues apenas andaba en los cuarenta; poco erudito y muy despejado, de imperiosa y breve palabra, y sobradamente capaz de sujetar y meter en cintura a un convento de frailes y tambien a una horda de piratas. Deciase de el por lo bajo que en su borrascosa mocedad habia sido contrabandista y que yendo y viniendo de Ronda a Gibraltar y de Gibraltar a Ronda con su potro corredor y su trabuco naranjero, habia llenado aquella ancha zona de su alto nombre y sus epicas hazanas.
Deciase ademas que no conocia los PP. de la Iglesia, dogmaticos ni apologistas; que estaba ayuno de Biblia Sacra y expositores, y que solo sabia un poco de moral y el suficiente latin para leer el oficio de la misa y las horas canonicas. No le calumniaban en esto ultimo: el nuevo Prior no era docto letrado, ni mucho menos; pero en cuanto a lo de contrabandista, no estaba del todo averiguado que lo hubiera sido, aunque dandolo como cierto y seguro, tampoco seria maravilla; que en las vueltas y mudanzas del mundo ladrones han llegado a santos, y hombres virtuosos acabaron en ladrones. Hasta el fin de la comedia no se sabe el desenlace.